Habitando los años 70.
La década de los 70 coincidió con un cambio político, social y cultural en toda regla. Este se vivió de manera muy particular en España con la apertura a un nuevo mundo, libre y desenfadado, lleno de desafíos y mucha determinación por construir una nueva sociedad, más comprometida y dinámica. Sancal inició su andadura empresarial en un momento de gran experimentación y efervescencia emprendedora.
No nos ponemos en plan nostálgico. Pero hacer memoria nos ofrece una interesante visión de la valentía de Santiago Castaño. Desde sus orígenes, humildes y rurales, Sancal no solo logra la hazaña de cumplir 50 años, sino que, además, lo hace convertida en una empresa internacional, referente en el sector del hábitat.
Con 20 años, Santiago montó un pequeño taller de tapicería cuyo único producto eran unas butacas clásicas, de estilo María Antonieta. Sin embargo, en sus primeros viajes a Milán descubre otras formas de entender el mueble tapizado, conceptos y usos más revolucionarios del espacio. En definitiva, diseños funcionales y flexibles, que debían encajar en cualquier hogar. Sancal empieza a fabricar sofás modulares respondiendo de algún modo a la necesidad de regeneración y adaptabilidad del momento.
Pero hablemos de estética. ¿Cómo habitábamos los 70?
Los 70 trajeron una nueva visión de la arquitectura y el interiorismo, inspirado también por la abundante iconografía de música, arte y cine.
En cierto modo toda valía. Mezclas eclécticas y propuestas muy kitschs irrumpieron en hogares y espacios públicos, reflejo de una explosión social que aspiraba a la libertad en el sentido más amplio del término. La coexistencia de estilos tan dispares como el boho o el glam así lo demuestran.
Los materiales naturales, como la madera o el mimbre, empezaron a convivir con acabados sintéticos como plásticos, vinilos u otros elementos brillantes.
Panas, terciopelos y bouclés se convirtieron en los textiles de moda para tapizar sofás y sillones. También los textiles peludos entraron en los hogares en forma de cojines y otros complementos.
Colores saturados y el uso de audaces combinaciones definieron los interiores que se vistieron de naranja tostado, amarillo mostaza o terracotas junto a intensos verdes, rojos brillantes o azules profundos.
Estampados y patrones geométricos, rozando en algunos casos la psicodelia, inundaron la moda y las viviendas. Desde corbatas a cortinas o papel de pared, la diversión y atrevimiento estaban asegurados.
La gente quería pasarlo bien ya fuera en la pista de baile o en casa. De ahí el mayor protagonismo de la sala de estar como un espacio fluido en el que introducir asientos modulares, divertidos pufs, ingrávidas sillas cantilever e incluso taburetes para la barra de bar. La multifuncionalidad del espacio era una demanda creciente.
Arquitectónicamente, destacaron paredes curvadas, orgánicas ventanas y chimeneas, estanterías de escayola y pequeñas escalinatas que daban dinamismo a cada estancia. En definitiva, fue una época de grandes excesos decorativos que vistos con la perspectiva del tiempo nos pueden inspirar, si bien no debemos olvidar que más nos vale ignorar ciertas propuestas, ¿alguien recuerda los baños enmoquetados?